vidas-ejemplares
San Vicente Ferrer y los judíos de Plasencia
- Por ayaso
- 5 de Abril de 2022 a las 12:35
Aprovecho que hoy es la fiesta del santo valenciano para iniciar una nueva sección en el blog titulada Vidas ejemplares. Recuérdese que un ejemplo es un modelo a seguir, si es bueno y honesto, o a evitar si es malo (DLE). El lector decidirá el tipo de vida ejemplar de cada uno de los personajes que aparezcan seleccionados en este blog.
Vicente Ferrer (Valencia, 1350-Vannes, Bretaña, 5 de abril de 1419). Religioso dominico, teólogo, confesor, predicador y taumaturgo. Fue un personaje muy influyente en su época: confesor en la corte aragonesa y en la corte papal de Aviñón, tras la elección de Benedicto XIII en 1394, su voto fue determinante en el compromiso de Caspe y en la elección del infante castellano Fernando de Antequera como rey de Aragón a la muerte de Martín I el Humano sin descendencia (1412). Antes, en 1399, decidió abandonar Aviñón y empezar su dedicación en exclusiva a la predicación, separándose poco a poco de la obediencia al papa Luna. Como predicador y hacedor de milagros, tuvo una vida de éxito y reconocimiento público.Convocaba a multitudes que estaban horas escuchando sus sermones y que le seguían enfervorecidas allí por donde pasaba. Se le representa de diferentes maneras: en una de ellas con alas, por el calificativo de «ángel del apocalipsis» con el que se le conocía.
«Su predicación agradaba mucho al pueblo y le era tan acepta que no caía en el tedio; aunque hablaba en su lengua nativa, mediante la dulzura, gestos que hacía, y porque, como creían comúnmente, Dios así lo disponía, todos obtenían fruto de sus predicaciones. Era humilde para saber dudar, y así consultaba cuestiones doctrinales a otros. Fruto de la predicación fue un duradero cambio en las costumbres; fue exaltada la fe y mejor conocida, cesaron las blasfemias; pequeños y mayores recibieron instrucción para invocar y honrar el nombre de Jesús, rezar el Padre nuestro y el símbolo de los Apóstoles, oír misa, hacer la señal de la cruz, así como otras muchas cosas acerca de la fe y el divino servicio. Se decía que, después de san Pablo, no hubo apóstol mayor; acudían a los sermones a pesar del rigor de la estación, con nieve, fuertes vientos, lluvias o fríos intensos. Dominaba la Sagrada Escritura de tal modo que la aplicaba a cualquier propósito; la recitaba tan perfectamente como si la leyera; ayudaba a disipar toda tristeza, infundía alegría, y a la gente se le hacía corto el tiempo de los sermones. Llevaba consigo libros que normalmente los transportaba sobre un asno».
He sacado esta cita de la biografía que ha escrito Vito Tomás Gómez García, OP, en el diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia. Más que una biografía es una hagiografía propia de un Diccionario Hagiográfico de la BAC. Ya conocemos los problemas que tuvo esta magna obra promovida por tan insigne institución a causa de la elección de los encargados de redactar las biografías. La de Francisco Franco se la encargaron al medievalista Luis Suárez, presidente entonces de la Fundación Francisco Franco. Y la de San Vicente a un dominico, periodista y autor de biografías de santos. Qué podemos esperar sino ese tono elogioso que causa escándalo y vergüenza ajena.
San Vicente Ferrer murió el 5 de abril de 1419 y fue canonizado por un papa valenciano, Calixto III (Alfonso de Borja), en 1455. El balance de su vida y obra es espectacular. Según la COPE (7 de mayo de 2019) se conservan 6000 sermones, se le atribuyen 800 milagros y fue el promotor de numerosísimas conversiones.
Patrón de Valencia, ciudad y reino. Por razones que desconozco, también es patrón de las facultades españolas de Ciencias Económicas y Empresariales. Véase Juan Manuel Arjona Fuentes, San Vicente Ferrer y las Ciencias Económicas: “razones” de un patronazgo, en Revista de Fomento Social 217 (2000) 113-123 [Mea culpa, no lo he leído]. En 2019 el arzobispado de Valencia, cuyo titular es el cardenal Cañizares, una figura relevante del sector más conservador de la Iglesia, decidió la celebración del Año Vicentino (sic) con ocasión de sexto centenario de su muerte, esperando que las celebraciones contribuyeran a la causa de la proclamación del santo como padre de la Iglesia. El santo fue presentado por el prelado valenciano como «hacedor de paz», «trabajador incansable por la unidad» y «ejemplo para nuestro tiempo» ¿Hay alguien en su sano juicio que crea que San Vicente Ferrer puede o debe ser un ejemplo para nuestro tiempo? El SARS-CoV-2 y la Divina Providencia frustraron los planes del arzobispo.
Uno de los aspectos más criticables de su actividad como predicador fue la que afectó a las minorías religiosas: musulmanes y judíos, especialmente los judíos. Fue testigo de las matanzas de judíos en 1391, influyó en la pragmática de la reina doña Catalina de Láncaster, regente durante la minoría de Juan II de Castilla, y asistió a la disputa de Tortosa, organizada por el papa Luna. Su figura tuvo un importante protagonismo en un período especialmente convulso de la historia de los judíos peninsulares a principios del siglo XV: reyes, prelados (incluido el antipapa Benedicto XIII) y ciertos conversos influyentes como los Cartagena decidieron que había llegado el momento de la conversión de todos los judíos. Vicente Ferrer predicó en sinagogas y fomentó medidas discriminatorias y segregacionistas hacia los judíos en todos los lugares que visitó. Es este un punto oscuro de su biografía que se suele ocultar o blanquear. Vicente Beltrán de Heredia OP (obviamente otro dominico) escribe en Salmanticensis de 1955:
«Concluyamos, pues, que nuestro Santo en esa campaña de apostolado por las sinagogas fué fiel continuador de cuantos, guiados por un celo de caridad, procuraron desinteresadamente Ia salvación de Israel. La crítica partidista de sus enemigos de siempre no ha podido privarle de ese mérito y de esa gloria».
Desgraciadamente, el celo de caridad no lo exime de su responsabilidad por los atropellos y desmanes cometidos con los judíos a causa de sus predicaciones. Obviamente, fue un hombre de su tiempo. No hay que escandalizarse. Creo que esos aspectos más negativos o criticables de su actuación son necesarios para conservar el recuerdo del santo como un hombre de carne y hueso y no como un monigote idealizado obrador de milagros, como el simpático milagro del mocadoret, el del pañuelo que salió volando, que todavía se celebra en Valencia dedicándole un altar en las fiestas.
También se recuerda un milagro en la sinagoga de Salamanca, a la que había acudido a predicar y que terminó convertida en iglesia de la Santa Cruz. El milagro aparece reproducido en un cómic elaborado por el arzobispado para repartir entre los niños y jóvenes.
Cómic completo en pdf pinchando aquí
Llegados al final, es el momento de explicar por qué esta entrada se titula San Vicente Ferrer y los judíos de Plasencia. Al principio pensé titularla «¿San Vicente Ferrer en el valle del Jerte?”
Mi interés por el santo se inicia con una visita a Plasencia. La judería de la ciudad extremeña a orillas del Jerte, fundada por Alfonso VIII en 1186, se mantuvo en su ubicación original, en el extremo occidental del recinto murado, hasta bien entrado el siglo XV. ¡Y ahí entra nuestro santo!
Desde mediados del XV Plasencia formaba parte del señorío de los Zúñiga, duques de Béjar, convertidos también en duques de Plasencia tras ser obligados a devolver Arévalo a la Corona. La judería de La Mota fue confiscada por los duques en 1477 para la construcción de un convento dominico dedicado a San Vicente Ferrer. Su único, Juan, había sufrido una enfermedad muy grave de la que se recuperó gracias a la intercesión de San Vicente Ferrer, al que la madre, doña Leonor Pimentel, había hecho un voto. Hoy ese convento es un parador de turismo. En las obras de restauración del edificio se encontraron algunos restos judíos: fragmentos de janukiot y lo que algunos piensan que pudo ser un puntero de lectura o yad. Creo recordar que el arquitecto responsable de esos trabajos publicó una reseña de los descubrimientos en el homenaje a José Luis Lacave.
Los judíos de Plasencia, que se habían librado de las presiones en vida del santo, se vieron afectados por un santo que, como el Cid, había ganado una nueva batalla después de muerto. Debe ser algo típico de la ciudad del Turia.
Foto de portada: Alonso Cano, San Vicente Ferrer. Colección BBVA